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La lectura compartida y los objetos transicionales

Hace unos años un amigo me contó lo preocupado que estaba porque su hijo iba a empezar el colegio. Lo que le preocupaba a mi amigo no era si su hijo haría amigos, ni menos si iba o no a aprender. Lo que tenía a mi amigo aquejado era una regla que existe en muchos centros educacionales: ‘Está prohibido traer juguetes’. ‘El problema’- me contó angustiado mi amigo- ‘es que Pancracio (el muñeco de su hijo) no es un juguete...con él habla, juega y lo necesita cuando está triste o asustado’.

¿Qué son los objetos transicionales?

Mi amigo y su hijo apuntan a lo que el famoso pediatra psicoanalista inglés Donald Winnicott definió hace más de medio siglo como ‘objeto transicional’. Pancracio le permite a su dueño enfrentar la angustia de separación. En su juego con Pancracio el niño une, vincula, conecta, y se reúne con mi amigo. Por eso le aconsejé que le explicara a la profesora que su hijo tenía que llevar a Pancracio al colegio ya que efectivamente no era un juguete: era un objeto transicional. Así mi amigo y la profesora llegaron a un acuerdo: Pancracio fue puesto adentro de una bolsa, en la percha del niño. Esto ayudó a que el niño no se desconcentrara de la rutina escolar, pero al mismo tiempo, se sintiera seguro y acompañado en el nuevo contexto.

No todos los juguetes son objetos transicionales, ni todos los objetos transicionales son juguetes. Muchas veces he observado el desaliento de padres y abuelos al comprobar que los niños prefieren un peluche roñoso antes que otro flamante sustituto. Además, son los niños los que deciden cuándo ya no los necesitan.

Identificar objetos transicionales en la lectura

La literatura infantil ha inmortalizado famosos objetos transicionales, como por ejemplo Winnie de Pooh, ese entrañable oso de peluche que acompaña a Christopher Robin durante sus años preescolares en sus aventuras por el Bosque de los Cien Acres, en la famosa novela de Milne, publicada en 1923. Igualmente, la manta que Lynnus arrastra por la famosa tira cómica Peanuts o el rayado, peludo y naranjo Hobbes, que no sólo adquiere vida cuando los adultos no están, sino que acompaña al agudo Calvin. En ‘Yo tenía 10 chupetes’ vemos cómo el bebé pierde y reemplaza un chupete con otro, pero no deja de lado la necesidad de succionar a la hora de quedarse dormido. Leyendo sobre otros objetos transicionales, podemos ayudar a nuestros hijos a identificar los suyos y así, prestarles especial atención y cuidado.

Identificar objetos transicionales en nuestras vidas

Ejemplos de objetos transicionales son un peluche al que un niño de tanto abrazar, ya le tiene la oreja pelada. También puede ser la cinta de la sábana de una cuna que una guagua toca una y otra vez al quedarse dormida. La almohada favorita que una niña deshilacha o un pañal roñoso (o tuto) que un niño acarrea para todos lados y que cuya pérdida significa una desgracia. Todos esos objetos están ayudando a sus dueños a procesar la separación y a transformarse en seres con creciente autonomía. Por eso es recomendable contener el impulso de excluirlos, lavarlos o reemplazarlos.

Para finalizar, un consejo: si alguna vez te encuentras botado un peluche, manta u objeto que pudo haber desempeñado el rol de objeto transicional, no te lo lleves. Recógelo y déjalo en algún lugar visible (como arriba de una reja) donde sus dueños puedan recuperarlo. De este modo estaremos contribuyendo anónimamente al bienestar psicológico de quienes nos rodean.

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