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Intestino permeable, qué es y cómo impacta en nuestra salud

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Funciones de la barrera intestinal por los que más saben

¿Por qué necesitamos una barrera intestinal? La barrera intestinal cubre una superficie de unos 400 m2 y requiere aproximadamente el 40% del gasto energético del organismo. Previene la pérdida de agua y electrolitos, garantiza la absorción de nutrientes de la dieta, al tiempo que permite el intercambio de moléculas entre las personas y el ambiente.

Por un lado, una barrera intestinal intacta protege al cuerpo humano contra la invasión de microorganismos y toxinas, por otro lado, esta barrera debe estar abierta para absorber los nutrientes esenciales. Estos objetivos opuestos se logran mediante una estructura anatómica compleja en la que consiste la barrera intestinal, cuyo estado funcional se describe mediante la «permeabilidad intestinal».

Si el equilibrio del microbioma se altera y tienen lugar condiciones que rompen la barrera intestinal, pasarán a la sangre moléculas de alimentos demasiado grandes que no deberían ir a parar allí antes de ser correctamente procesadas. Esto puede generar una serie de problemas relacionados con las enfermedades autoinmunes como las alergias, el cansancio crónico, la inflamación, los problemas de piel y un largo etcétera.

Causas de que esta barrera no funcione óptimamente

La degradación de la cadena alimenticia: el exceso de azúcares, los cereales híbridos sin germinar y muchos otros alimentos procesados arrasan con el intestino. Particularmente preocupante es el gluten, las investigaciones lo señalan como uno de los principales desencadenantes del intestino permeable. Cambia los dulces y el trigo por alimentos fermentados como el chucrut, el kimchi, el kéfir, la kombucha o el vinagre de sidra de manzana y podrás recuperar tu intestino en poco tiempo.

El aumento de las toxinas ambientales: el uso generalizado de pesticidas y los alimentos modificados genéticamente, llenos de aditivos y conservantes han causado que nuestro organismo vaya acumulando una carga tóxica que no hace otra cosa que comprometer nuestra salud intestinal.

El estrés de la vida moderna: las experiencias estresantes provocan el descenso de la diversidad probiótica, la que a su vez permite la proliferación de levaduras en el intestino. Con el tiempo, el estrés debilita el sistema inmunitario y merma la capacidad del organismo para combatir a invasores externos como bacterias o virus, exacerba la posible inflamación existente y perpetúa el intestino permeable. Los picos de estrés actúan en el cuerpo casi de la misma manera que un atracón de dulces, suben dramáticamente los niveles de azúcar en sangre.

El abuso de los medicamentos: el uso excesivo de medicación también puede perjudicar la salud intestinal, porque debilita la barrera mucosa, daña las vellosidades intestinales y mata a las bacterias buenas, cuyo lugar puede ser ocupado luego por bacterias malas.

Al igual que un barco con filtraciones, por mucho que aligeremos peso no conseguiremos mantener nuestra salud a flote a menos que arreglemos los agujeros.

La teoría de los “viejos amigos”

Tenemos que empezar a ver a las innumerables cepas de bacterias y otros microbios como viejos amigos a los que volvemos a recibir en nuestro intestino para que puedan protegernos de nuevo.

Si podemos recuperar la diversidad microbiana mediante micro-exposiciones a bacterias, tierra, polvo y aceites vegetales recuperaremos la relación simbiótica natural que siempre habíamos mantenido con ellos (esto es antes de pasar de la vida agrícola a la urbana).

Estas micro-exposiciones mantienen un flujo constante de bacterias buenas en nuestro organismo, interactuando con los genes y reforzando el sistema inmunitario a través del refuerzo de las colonias intestinales nativas.

Una solución sencilla a un grave problema

Todo lo que hay que hacer para reunir a estos viejos amigos son cosas fáciles y divertidas que además podemos disfrutar, porque seguro que muchos las recuerdan de cuando eran niños:

  • volver a comer productos de proximidad y de temporada (llenos de probióticos y prebióticos)
  • pasar más tiempo al aire libre
  • achuchar al pero después de que se haya revolcado por el suelo
  • dejar que los niños hagan pasteles de barro -e incluso les den una probada- y se ensucien en el parque

¿Qué más podemos hacer?

Si algo de todo esto te resuena, la acción terapéutica -además de consultar al médico por supuesto- será pues, volver a sellar esas aberturas del intestino colador, cambiando nuestro estilo de vida, analizando hábitos alimenticios que nos perjudican y, por qué no, adoptando suplementos que nos ayuden, como el colágeno para reconstituir los órganos o un laxante suave que nos ayude a recuperar nuestro equilibrio intestinal.

Conclusión

Podemos corregir nuestros errores, curar el intestino y recuperarnos de muchas enfermedades si tomamos decisiones más básicas y ricas en bacterias buenas a la hora de elegir qué comemos y cómo vivimos. Con tan solo exponernos a la naturaleza por fin podremos repoblar el intestino con esos viejos amigos en forma de microbios que traen consigo el equilibrio y la salud.

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